«Ser cheroqui»: presentación en Valladolid de las memorias de Daniel Pont, impulsor de la Coordinadora de Presos en Lucha, COPEL

Los días 19 y 20 de junio de este 2025 pudimos conversar en Cuéllar y Valladolid con Daniel Pont, uno de los impulsores de la Coordinadora de Presos en Lucha – COPEL que en los setenta puso en jaque al sistema penitenciario y a la clase política del Estado español. Estos actos, convocados por el CSA La Ardilla Roja, CNT y la Asamblea Anticarcelaria, forman parte de una serie de presentaciones por distintas localidades de las memorias de Daniel, Entre el azar y la necesidad.

Daniel, persona que siempre ha estado alerta ante los estafadores, nos comentó que estas charlas están siendo especialmente bien recibidas en la universidad, donde el alumnado ha agradecido que se le presenten, de manera razonada, aspectos de la realidad sobre los que existen muchas ideas preconcebidas falsas y, sobre todo, un muro de silencio favorecido por distintos intereses creados.

Y en general, están permitiendo que generaciones jóvenes conecten con la experiencia de la COPEL, y debatan sobre cómo en las ´últimas décadas de «democracia» la población presa se ha multiplicado -en el caso de las mujeres, por diez-, cómo pervive el franquismo en espacios donde la tortura sigue siendo moneda corriente y cómo el Estado ha ido aprendiendo a utilizar palos y zanahorias del conductismo, -medicación, regateo de privilegios…- para desincentivar la denuncia de lo que pasa tras lo muros y para que las prisiones no sean «universidades de luchadores» como lo fueron entonces.

En el acto del sindicato nos juntamos un nutrido grupo de compañeras y compañeros, incluyendo a quienes vivieron como Daniel la experiencia de la COPEL. Una de estas personas, presente en la mesa, hizo memoria de que en Valladolid los grupos de apoyo a la COPEL tuvieron bastante fuerza, aunque la lucha verdaderamente importante se desarrollaba tras los muros -en el caso de nuestra ciudad, tras los de lo que ahora es el Centro Cívico Esgueva-. Gracias al arrojo, el valor y la inteligencia que mostraron ellos, los presos sociales de COPEL, consiguieron unas condiciones dignas de vida como seres humanos y denunciar su situación.

En Valladolid siempre que había movimientos dentro, hubo movilizaciones de apoyo en la calle. Resulta curioso como en aquellos años 70, sin internet ni móviles, en un momento se pasaba la cita y se juntaba a centenares de personas dispuestas a todo a pesar de las brutales cargas policiales, para dar apoyo a quienes de verdad estaban sufriendo torturas y represión, se la estaban jugando dentro, yendo a por todas.

Se realizaron todo tipo acciones de apoyo: manifestaciones, pintadas -sí, pintadas, que hasta con eso han acabado-, sabotajes, cajas de resistencia… para que tuvieran toda la solidaridad necesaria que llegaba desde el movimiento libertario y personas afines. En esos primeros años sin Franco, la izquierda en general era punitivista -incluyendo fiscales progresistas de cara a los medios y las fiestas del Partido, que imponían condenas de decenas de años-, y los principales apoyos políticos a COPEL provienen de CNT y de partidos extraparlamentarios como PTE y MC.

En algún momento sacaron  comunicados manifestando su solidaridad con los  presos amotinados en julio y octubre del 77, cuando más de ochenta presos se encaramaron en el tejado de la  cárcel y toda las calles aledañas estuvieron llenas durante horas de gente apoyando el motín al grito unánime de «Amnistía y libertad», «Viva la Copel». Al estar las cárceles en las ciudades resultó más «fácil» la difícil tarea de llegar a la ciudadanía y dar a conocer a las trabajadoras que en esa cárcel había gente a la que se quería someter. Posteriormente el sistema de alejamiento y ocultamiento de las prisiones propició la invisibilidad de la población reclusa.

Cuarenta y tantos años después, las condiciones de la población reclusa siguen siendo lamentables -como ejemplo reciente y sin cerrar, la persistente y no abordada epidemia de sarna en la prisión de Mansilla de las Mulas-, y desgraciadamente el apoyo en la calle ínfimo y sometido a multas y represalias, y en las agendas de los partidos políticos ni se contempla. Por ello nos pareció pertinente organizar esta presentación de Entre el azar y la necesidad, que se une a otros actos con el mismo objeto convocados anteriormente: 1 , 2

El libro cuenta el recorrido biográfico de Daniel, desde que entró a los 17 años en prisión por primera vez, pasando por su vivencia de las diversas formas de tortura que el sistema penitenciario infligió sobre él, los también diversos y numerosos intentos de fuga con otros compañeros, la fundación de la COPEL, su difícil salida de prisión e intento de reconstruir una vida en los márgenes de la normalidad al principio y más tarde de adaptación a ella y cooperación con otras causas y movimientos sociales.

Toda biografía es política pero la de Daniel lo es especialmente. A lo largo de su trayectoria ha seguido de cerca los cambios y la realidad política del franquismo y el chalaneo de la Transición, ha simpatizado y aprendido de otros movimientos sociales (los Panteras Negras, el autonomismo italiano, etc) y ha dedicado gran parte de su vida a la lucha anticarcelaria. Es de notar que este involucramiento naciera como forma de resistencia frente al contexto carcelario, cuya misión es desalentarlo.

El proceso cristalizó a finales de los 70 en la COPEL: la Coordinadora de Presos en Lucha. Se trataba de un movimiento autogestionado por presos sociales que, en plena Transición, exigió amnistía, denunció las torturas y se enfrentó al sistema penitenciario heredado del franquismo. La lucha estaba protagonizaba por quienes normalmente están fuera de toda consideración en el debate público y privado: la población encarcelada, fundamentalmente presos de los llamados «sociales» o, en el lenguaje oficial, «comunes» – presuntamente distintos de los políticos, por delitos contra la propiedad privada o por ser sospechosos de «malas costumbres» según aquella ley de peligrosidad social. Presos tanto o más políticos que los así llamados, porque su prisión forma parte de la defensa de una sociedad jerarquizada y burocratizada.

La nueva cárcel de estilo modular y “democrático” ya se ha encargado de refinar las formas de represión: es nuestra tarea embarcamos en la abolición de un sistema penitenciario que sigue aprovechándose del trabajo esclavo de la población reclusa.

Daniel, que recordó que el libro es tanto suyo como de su coautor, el profesor universitario Ignacio González Sánchez, y de las compañeras que transcribieron las conversaciones en que se basa, nos contó como la lucha de la COPEL le sirvió para romper con la mentalidad de sumisión. En vez de aceptar con docilidad la sumisión y la cultura del castigo, ir a las raíces políticas de las cosas e ir a la autodefensa, manteniendo una actitud combativa y de autodeterminación incluso frente a los tribunales que hipotecan tu futuro.

La idea dominante era y tiene que ser conseguir la libertad, romper con espacios de sufrimiento en los que se acumulaba y se acumula tensión energética por la aplicación de códigos cuyo fundamento es la dominación económica, política y patriarcal. También, más en concreto, el enfrentamiento con mafias policiales y burocráticas acostumbradas a la impunidad, algo que requiere de tanta solidaridad como astucia.

Daniel también nos compartió que este viaje no puede emprenderse ignorando la complejidad de los sentimientos, sin un aprendizaje de conexión con la vida sin intermediarios, de recuperación de capacidades que se nos arrebatan para hacernos dependientes.

Actos como este ponen en contacto con unas luchas que siguen siendo desconocidas, aunque documentadas y con varios de sus protagonistas en los movimientos sociales -no todos, no los que cayeron por el camino, no » tantos presos anónimos que, con su sangre derramada, contactaron con la tierra y su conciencia para seguir luchando por la libertad»-. Es importante difundirlas, incluso entre quien no las conoce porque no quiere, pero también al interior de las cárceles, donde el libro de Daniel, a pesar de distintos impedimentos, está llegando.

La presentación dio lugar a un coloquio en el que surgió la cuestión de la posibilidad y necesidad de sindicatos de presos, dada la explotación que tiene lugar en las cárceles sustrayéndose al derecho laboral. Aunque desde un punto de vista libertario puede parecer fuera de lugar o maquillaje contribuir a una normalización del encarcelamiento con el logro de reivindicaciones parciales, poner freno a la explotación es una exigencia para cualquier sindicato, y cualquier medida que conecte a las personas presas con el exterior y les devuelva derechos es una forma de aliento. Hay vías para llevar el sindicalismo al interior de la prisión, y para romper con la maraña burocrática que desalienta la sindicación y cualquier reivindicación.

Esta presentación dio lugar a una tarde muy amena y a una estupenda ocasión para estar con Daniel. ¡Abajo los muros de las prisiones!

 

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