[SEMINCI 2008] Recordando a Joe Hill

Comienza la 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid y desde CNT Valladolid queremos aprovechar para destacar una de las proyecciones que tendrá lugar durante el festival: Joe Hill (1970), del cineasta Bo Widerberg.

En esta nueva edición de la Seminci se va a realizar una mención especial hacia los cineastas Shohei Imamura y Bo Widerberg, uniéndoles sus respectivas trayectorias cinematográficas que se rebelaron contra sus maestros o predecesores, criticando y haciendo frente al estilo de los realizadores Yasujiro Ozu y Bergman, respectivamente.

De esta forma se va a realizar un pequeño ciclo titulado «Matar al padre» proyectando sus filmografías más representativas. Una de las que se proyectará en el caso del cineasta sueco Bo Widerberg es la película titulada «Joe Hill», realizada en 1970 y que narra la historia de este histórico sindicalista y su trágico desenlace.

Las proyecciones de la película serán los siguientes días:

– Domingo 26 de octubre a las 19:00h en la sala 3 del cine Manhattan

 Miércoles 29 de octubre a las 22:00h en la sala 3 del cine Manhattan

Sinopsis: La película narra los hechos que llevaron a la ejecución del líder sindical Joe Hill en 1915. La historia comienza con el viaje que Joe realiza como emigrante desde su Suecia natal a Estados Unidos. Una vez allí, entra en contacto con el sindicato de los Wobblies (su nombre auténtico era International Workers of the World, pero acabó llamándose así porque los inmigrantes tenían muchas dificultades para pronunciar las siglas IWW). La IWW llegó a contar con un cuarto de millón de afiliados, pero fue descabezado durante la Primera Guerra Mundial, cuando 150 de sus líderes fueron encarcelados. Siempre acompañado de su banjo, Joe empieza pronto a destacar como compositor de canciones sindicalistas. Tras trabajar una temporada con los Wobblies, viaja a Utah, donde, por proteger a la mujer que ama, carga con un asesinato y es ejecutado ante un pelotón de fusilamiento.


Biografía de Bo Widerberg: Nació en Malmö (Suecia) en el seno de una familia humilde. Desde muy pronto tuvo que dejar la escuela para ponerse a trabajar. Ejerció diferentes oficios, dedicándose finalmente al periodismo. Es autor del libro «La visión en el cine sueco» que pretende romper con el tópico de asociar cine sueco únicamente con el nombre de Ingmar Bergman. Después de escribir diversas novelas, cuentos y un radiodrama, pasará a trabajar en la televisión y dirigirá un corto. En 1962 dirige su primer largometraje e inicia una prestigiosa carrera que le reportará diversos premios, como los recibidos en el festival de Cannes por Elvira Madigan (1967) y Joe Hill o las tres nominaciones al oscar por Barrio del cuervo (1963). Sus últimos trabajos para el cine o la televisión carecieron de la frescura de sus inicios. Su último largometraje, La belleza de las cosas (1995), premiada en Berlin y candidata al Oscar se estrenó mundialmente al mismo tiempo que su director y guionista, el sueco Bo Widerberg, fallecía de cáncer.

Biografía de Joe Hill: Joel Emmanuel Hägglund nació en Gävle (Suecia) el 7 de octubre de 1879. La familia Hägglund eran feligreses devotos de la iglesia protestante, en donde aprendieron música. Joel tocaba el órgano, el piano, el acordeón, el bajo, la guitarra y el violín. En alguna ocasión comentó que disfrutaba más tocando el violín que comiendo.

Al fallecer pronto sus padres, los hijos tuvieron que vender el hogar familiar y la familia se disolvió. Joel emigró a Estados Unidos en compañía de su hermano Paul, bajo el nombre de Joseph Hillström. Llegó a Nueva York en octubre de 1902.

Los hermanos Hägglund habían estudiado inglés en Suecia. Tenían una imagen idílica de los Estados Unidos como la tierra prometida, el paraíso de la prosperidad para todos. Pero nada más llegar, el emigrante sueco Joel se dio de bruces con la evidencia. Tuvo ocasión de conocer a fondo la realidad capitalista más salvaje, al recorrer los Estados Unidos de costa a costa desde Nueva York hasta Hawai en los trenes de carga o de polizonte en los barcos, trabajando en las minas, en la industria maderera y como estibador de los muelles. Su ingenuo mito se rompió pronto por las duras condiciones de trabajo y la salvaje explotación que padecían los trabajadores inmigrantes.

Se estableció finalmente en California y cambió finalmente su nombre por el de Joe Hill. En 1910 se afilió al sindicato IWW, los llamados «wobblies» y fue uno de los dirigentes de la huelga de los trabajadores del muelle de San Pedro, en California. En 1912 le apalearon dejándole una cicatriz durante un mitin en San Diego.

El sindicato IWW comenzó a utilizar la música para atraer la atención de los trabajadores en reuniones sindicales, e incluso en las esquinas de los barrios obreros. Hill compuso canciones revolucionarias que aparecerían en los periódicos del sindicato. La fórmula de la IWW consistía en poner estrofas pegadizas y combativas a las canciones populares y a los himnos que cantaban los trabajadores. Hill solía decir que «un libro es bueno, pero pocas veces se lee más de una vez, mientras que una canción se aprende de memoria y se repite continuamente. Esa es la fuerza de la música como instrumento de lucha obrera«.

El sindicato recopiló todas esas melodías, publicando un folleto titulado «Red Songbook» (Libro rojo de canciones) con repertorio de himnos para las manifestaciones y piquetes de huelga. De ellas trece eran composiciones de Joe Hill, que las llamaba «canciones para aventar las llamas del descontento«. Entre las canciones más conocidas estaban The preacher and the slave (El predicador y el esclavo) y Casey Jones, the union scab (Casey Jones, el esquirol) que se convirtieron luego en temas populares internacionalmente conocidos. El predicador y el esclavo era una parodia del himno del Ejército de Salvación al que Hill le cambió la letra para convertirla en una canción de combate. La segunda, Casey Jones, fue escrita en apoyo a una huelga de 35.000 ferroviarios en el estado de Illinois.

Estas canciones tuvieron una extraordinaria importancia, ya que la mayor parte del proletariado estadounidense era inmigrante y apenas hablaba inglés ni ningún otro idioma común. Obreros que trabajaban en la misma empresa no se podían entender entre sí. En 1912 durante una huelga los capitalistas hicieron todo lo posible por dividir a los trabajadores pero estos se mantuvieron unidos gracias a las canciones de Joe Hill.

Joe Hill era un decidido partidario de la incorporación de las mujeres trabajadoras a la lucha de clases. El 29 de noviembre de 1914, escribió al editor del periódico Solidarity:

«Desgraciadamente Estados Unidos descuida a las mujeres trabajadoras, sobre todo en la costa oeste, y por lo tanto hemos creado un animal con una sola pierna, un monstruo de sindicato, y nuestros bailes y manifestaciones tienen algo de anticuado y de artificial porque se han reducido a una cuestión monetaria; también están privados de la vida y la inspiración que solo la mujer puede producir«.

Meses más tarde se le implicó en el asalto a una tienda de comestibles en donde resultó asesinado un antiguo policía junto a su hijo. La mala suerte quiso que ese suceso coincidiera con una disputa por una mujer en donde tuvo que ser atendido de una herida de bala en un hombro (al igual que él hubo otros cuatro casos similares de heridas de bala en la misma noche). La policía ya conocía de sus actividades sindicales y no dudó en deshacerse de él. Lo detuvieron inmediatamente rompiéndole los huesos de una mano de un golpe. Hill fue acusado de ese asesinato al negarse a declarar cómo se hizo la herida y dar el nombre de la mujer con la que había pasado la noche para no comprometerla.

Durante los 22 meses que pasó en la prisión, Hill siguió escribiendo canciones, incluyendo la que él consideraba su mejor composición; Rebel Girl, dedicado a la mujer proletaria.

En el juicio contra Hill los testigos no pudieron identificarle como uno de los asesinos. Por otra parte rechazó defenderse activamente en el juicio ante el oportunismo de dos jóvenes abogados que quisieron hacerse famosos a costa de su persona.

Los dirigentes de la IWW denunciaron que la detención de Hill era un ataque directo al movimiento sindical. Los capitalistas del oeste, especialmente los empresarios mineros del cobre de Utah (lugar en el que pasó una temporada trabajando), habían conspirado para quitarselo de en medio con la ayuda de Harry Mc Crae, un director de una agencia privada de detectives. Incluso el gobernador del estado, William Spry, admitió que deseaba utilizar el caso «para frenar a la calle que ruge» y para despejar el estado de sujetos sin ley y agitadores de la IWW.

Se comenzó una gran campaña para frenar su asesinato. Elizabeth Flynn, la sindicalista a la que Hill dedicó Rebel Girl, le visitó en prisión y fue una de las más ardientes defensoras de la revisión del proceso. En julio de 1915, 30.000 miembros de la IWW australiana exigieron al gobernador William Spry la liberación de Hill. Resoluciones similares llegaron del gobierno sueco, de las Trade Unions británicas y de otros sindicatos europeos. El propio presidente de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, también entró en contacto con Spry y le pidió por dos veces la revisión del asunto. La petició fue sistemáticamente rechazada. Cuando Hill oyó la noticia, envió un mensaje a Bill Haywood, uno de los dirigentes de la IWW: «Adiós Bill. Muero como un verdadero rebelde. No pierdas el tiempo con el luto. Organiza«. Desde entonces esta frase se ha convertido en un grito de guerra del proletariado norteamericano: «No pierdas el tiempo con el luto. ¡Organiza!«.

Lo ataron a una silla y pusieron un corazón de papel en blanco sobre su pecho para que un pelotón de fusilamiento de cinco mercenarios no fallara en su puntería. Era el 19 de noviembre de 1915. En Chicago asistieron 30.000 obreros a su funeral, uno de los más concurridos de Estados Unidos. Las palabras de homenaje y despedida se leyeron en nueve idiomas distintos. Antes de morir escribió un poema, «Mi último deseo», en el cual consignaba su voluntad prostrera, que sus camaradas llevaron luego a la práctica:

Mi voluntad es fácil de decidir:

no dejo nada para repartir.

Mis parientes no necesitan quejarse y gemir.

«El musgo no se aferra a un canto rodante».

¿Mi cuerpo? ¡Ah! Si pudiera elegir

lo reduciría a cenizas,

y dejaría soplar las felices brisas

para que las llevaran a donde germinan las flores.

Quizás entonces las flores que se marchitan

volverían a la vida y brotarían de nuevo.

Éste es mi último y postrer deseo:

Buena suerte a todos, Joe Hill.

Posterior a su muerte, su historia se popularizó entre la clase trabajadora. En 1925 Alfred Hayes escribió un poema que más tarde adaptada por Earl Robinson y cantada por Paul Robeson, llegó a ser muy conocida: I dreamed I saw Joe Hill last night (Anoche soñé que veía a Joe Hill). En los años 30 los mineros de Gales la adoptaron como himno propio durante sus huelgas. Paul Robeson volvió a cantar este tema entre los obreros suecos en 1949 en medio de lágrimas y rabia por el crimen. La cantautora Joan Báez incluyó esta canción en el repertorio que interpretó en el festival de Woodstock en 1969 ante 300.000 asistentes.

Tras la gran depresión de 1929, las canciones de Hill siguieron ganando el corazón del proletariado norteamericano, especialmente la canción Pie in the sky, que llegó a convertirse en un verdadero himno en todas las huelgas:

«Si los trabajadores tomamos conciencia podemos parar todos los trenes que corren, y cada buque sobre el océano podemos atar con fuertes cadenas«.

En Alemania oriental, el compositor Erich Siebenschub y el libretista Barrie Stavis compusieron en 1970 una ópera en su memoria. También el gran director sueco de cine Bo Widerberg realizó una película en 1970 narrando la vida y el asesinato de Joe Hill. En su ciudad natal, Gävle, se erigió un monumento que honra a su ilustre hijo al que el hambre obligó a emigrar y al que la codicia capitalista asesinó porque pretendía unir a sus hermanos obreros en un mismo puño solidario.

* Biografía extraída de Rapsodia Libertaria. Volumen I


En los últimos años se ha vuelto a recordar en diferentes obras el legado de Joe Hill. Así en 2006, la canción de Hill «Pastel Celestial» fue incluida en un recopilatorio titulado «Notas de Libertad«, editado por el periódico venezolano El Libertario.

Más reciente ha sido la edición del libro «Joe Hill, sindicalismo con banda sonora«, de Carlus Jové y editado por El Viejo Topo en su colección de «Retratos».

Secretaría de Prensa y Propaganda de CNT Valladolid


JOAN BÁEZ – I DREAMED I SAW JOE HILL LAST NIGHT

Salir de la versión móvil