La historia de la Coordinadora de Presos en Lucha, «la COPEL», en Valladolid

Como reconocen los propios responsables penitenciarios, «los muros de la cárcel no son altos para que no salgan los de dentro, sino para que los de fuera no vean lo que pasa ahí».

En la tarde del 23 de febrero, llena de actos y de reclamaciones de derechos en la calle, un nutrido grupo de personas arañó tiempo para acudir al estreno del documental «COPEL: una historia de rebeldía y dignidad».  Este ha sido el día en que CNT Valladolid convocó a la proyección de esta historia de la Coordinadora de Presos en Lucha -«la COPEL»-, colectivo de personas presas que en los años setenta puso en jaque a la administración penitenciaria española con motines y acciones directas.

Una proyección «absolutamente necesaria dada la gravedad de la situación que actualmente se vive en las cárceles», según comentó el abogado madrileño Pepe Galán en la presentación de la película, y cuando, como recordó  el expreso de COPEL Manuel Martínez «los presos están teniendo que reclamar las mismas cosas que reclamaban entonces».

El lugar escogido para la proyección fue el Centro Cívico Esgueva, antigua cárcel de Valladolid y escenario de parte de los hechos que se recuerdan en la película y que se dieron en  multitud cárceles del estado español: dos huelgas de hambre y decenas de motines en 1976, veintinueve motines, doce huelgas de hambre, dieciseis autolesiones colectivas, decenas de fugas y cientos de acciones de solidaridad en el exterior en 1977, once motines, cuatrocientos presos autolesionados y sesenta y dos presos fugados en 1978…

Acciones que hay que poner en el contexto de que «cuando toda España brindaba por la supuesta llegada de la democracia», los derechos de los presos sociales, llamados «comunes», no eran atendidos ni tenidos en cuenta a la hora de votar las leyes de amnistía que pudieran enmendar las consecuencias de la dictadura. Detrás del documental está un grupo de presos de los que respondieron a aquella situación «mediante una intervención autoorganizada para que se respetará nuestra condición de personas incluyéndonos en la amnistía».

Valladolid fue «una de las plazas fuertes de la COPEL«, recordó Manuel Martínez, y los alrededores de la antigua cárcel en que se proyectó la película escenario de «multitud de acciones de solidaridad» en las que participó Henar Redondo, componente de los comités de apoyo a COPEL. La proyección intentó ser un remedo de aquellas acciones, pues -como dijeron en la sala los antiguos activistas- no es un mero ejercicio de historia sino «un pretexto para volver a hablar de las cárceles» en una sociedad «que ha barrido a los presos debajo de la alfombra y parece que no existen» -a pesar de que las cárceles están hacinadas- y dominada «por un retroceso general de libertades» y un «enorme retroceso en el debate político».

El documental está lleno de imágenes de archivo impagables -manifestaciones de solidaridad de unas dimensiones hoy en día todavía impensables de recuperar, pero también fotos en muchos sentidos estremecedoras de los propios presos y su compromiso– y de testimonios del mayor valor de decenas de participantes en los hechos – no de la mayoría, pues a muchos se les ha llevado la muerte por delante a pesar de ser personas jóvenes en la época…

José María Villegas, uno de aquellos luchadores, dejo en la película su resumen de la situación: «A la institución penitenciaria le dimos la lección de que unidos somos una fuerza, pero también les dimos argumentos para saber qué errores habían cometido hasta el momento, y esos errores corregirlos con todo el poder y el dinero que tienen en su mano.  El principio maquiavélico de ‘divide y venceras’ es uno de los principios filosóficos de la construcción de las prisiones que se han hecho desde entonces«. La intensa represión y los efectos de las drogas que empezaron a circular libremente por las cárceles llevaron a la disolución de la COPEL y a la situación actual.

Con posterioridad a la proyección tuvo lugar un coloquio con los tres activistas mencionados, Henar Redondo, Manuel Martínez ‘Manolo’ y el abogado Pepe Galán. Entre el público también hubo antiguos y nuevos activistas que dieron lugar a un intenso debate, a pesar de las limitaciones que puso el horario del centro cívico. Debate en el que se intentó entender cómo las reclamaciones de los presos han podido pasar de ocupar las portadas de ‘El país’, como aparece en la película, a «ser un hecho conocido sólo en los límites del ghetto concienciado«, siendo la solidaridad con los pocos presos que defienden su dignidad un hecho minoritario.

El abogado vallisoletano Jose Alberto Blanco insistió en que en las cárceles actuales se sigue torturando, con regímenes que son una tortura inherente como el régimen de primer grado, reservado a los presos combativos. Pero también sigue habiendo un maltrato sutil en los «módulos de respeto», denunciados por otras personas del público como una forma capciosa de controlar al preso bajo una aparente mejora de la situación.

«La lucha de la COPEL no fue estéril, y si se puede hablar de su derrota hay que decir que fue honrosa; no se puede negar que trajo mejoras a la situación de las cárceles, pero no hay que bajar la guardia», recordó Pepe Galán. La estadística de muertes y suicidios en prisión es, en este sentido, tristemente reveladora de los problemas generalizados en las cárceles. «La crisis económica que ha golpeado a toda la población también golpea a los presos«, y las convierte en almacenes hacinados de personas donde la atención social está ausente.

En este contexto, según se detalló en el debate dando numerosos ejemplos, las leyes son papel mojado y, por ejemplo, la igualdad de derecho a la salud entre las personas presas y no presas una mera declaración. Las consideraciones de «seguridad» obstaculizan el ejercicio de los derechos de una población sometida al ministerio de interior -en vez de al de justicia- y en la que el personal sanitario que debería atender a los presos no es independiente: no está vinculado al sistema de salud, sino a la propia institución penitenciaria. Se multiplican así las situaciones de «juez y parte», con lo que eso implica de vulnerablidad para la población reclusa.

El portavoz de ‘Solidarios de   la sanidad‘, Gonzalo Tejerina, citando el informe de la Asociación Pro-Derechos Humanos de Andalucía ‘Sanidad en prisión: la salud robada entre cuatro muros’, aportó abundante información sobre la situación sanitaria de las cárceles, con un 40% de presos con algún trastorno mental o de la personalidad, y un 8% de enfermos mentales graves, además de que entre un 70 y un 80% de la población reclusa lo está por delitos relacionados con las drogas, bien por consumo de sustancias o bien por «delito funcional» (acciones cometidas bajo la influencia de las drogas o con el fin de conseguirlas).  Las toxicomanías no son atendidas, e incluso se alienta el consumo de psicofármacos que crean adicción, según aportó Manuel Martínez. Hay un circulo vicioso entre «pobreza», «locura» y «prisión», y la cárcel empieza a ser el lugar que reserva la sociedad para las personas con problemas mentales.  Este es uno de los temas sobre los que ‘Solidarios de la sanidad’ quiere hacer campañas informativas en Valladolid y otros lugares.

«Los muros de la prisión no son altos para que los presos no se escapen, sino para que la gente no vea lo que hay dentro», es cosa que confiesan los propios responsables penitenciarios. El aislamiento, la dispersión, y la separación de las cárceles respecto a los núcleos de población hace difícil que los presos puedan solidarizarse entre ellos y con el resto de la población, como en tiempos de la COPEL; pero, como se recordó desde el público, también hay muros mentales que derribar, pues tanto la población en general como los profesionales que atienden a los presos están llenos de prejuicios «que los propios partidos políticos alientan porque les dan votos», añadió Pepe Galán en una crítica a las propuestas de prisión permanente. La sociedad se queda con ciertas imágenes sin discutir sobre las causas.

A lo largo del debate apareció como idea recurrente la importancia de recuperar las ideas libertarias y de apoyo mutuo que impregnaban la cultura política de base en tiempos de la COPEL. Sin trabajo de base, a nivel de barrio y de calle, parece poco probable recuperar un mínimo de incidencia. Un punto de optimismo fue aportado cuando se recordó que entre las actividades de la Asamblea Organizadora de la Huelga Feminista del 8 de Marzo están acciones de apoyo a la situación del modulo de mujeres en la cárcel de Villanubla.

Estas son algunas de las ideas que se compartieron en una tarde dedicada «a tantos presos anónimos que, con su sangre derramada, contactaron con la tierra y su conciencia para seguir luchando por la libertad«, como se dice en el rotulo final del documental «COPEL: una historia de rebeldía y dignidad».

Las imágenes de sala son de Gaspar Francés para ultimocero.com,  medio digital en que se público una versión previa de esta crónica.

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