La familia del anarquista en el día de la ejecución

Viendo el libro Vidas anarquistas, escrito por Gustavo Vidal Manzanares y editado en 2000 por la Fundación Anselmo Lorenzo, me pregunté quién podía ser el autor del cuadro que se reproducía en la portada, titulado, por lo que pude averiguar, La familia del anarquista en la mañana de su ejecución. Y es que más allá de su calidad artística, notable sin duda, me conmovió porque mostraba con toda dureza pero de forma bellísima una escena que no puede dejar de impresionarnos: la detención ante su familia de un anarquista manteniendo este una serenidad y espíritu admirables. Todo apuntaba a que quien pintó este cuadro tenía que hacerlo con un evidente compromiso con el anarquista detenido, con la Idea, en definitiva.

No teniendo el libro a mano, me lancé -son los tiempos- a Google. La primera pista, y esta fue mi confusión, me señaló al pintor Fernando Álvarez de Sotomayor (1875-1960) como su autor, pues a los 24 años (en 1899) consiguió una pensión (beca) para ir a Roma por un cuadro titulado precisamente La familia del anarquista el día de la ejecución, un lienzo al óleo de 1,15 x 1,48 m. Todo parecía resuelto.

Pero intrigado por los motivos que pudieron llevar a este pintor a realizar una obra bastante «inapropiada» por su temática para alguien que pretende ganar con ella ir «pensionado» a la Academia Española de Bellas Artes de Roma, continué buscando información.

Empezaban las preguntas. Desde luego, ni el origen social ni la biografía de este pintor apuntaban en la buena dirección. Baste señálar que a los diez años ingresó como interno al Real Colegio Agustino de San Lorenzo de El Escorial, época de la que se tiene una triste anécdota de él como delator de sus compañeros, que fue pintor de cámara de Alfonso XIII y luego subdirector del Museo del Prado desde 1919 y director en 1922, cargo que desempeñó hasta el advenimiento de la República en 1931 y que recobró en 1939 gracias a gestiones de Franco al concluir la guerra civil, desempeñándolo hasta su muerte, y que en 1953 fue elegido director de la Real Academia de San Fernando. Se trataba de un activista del movimiento nacionalista encabezado por el General Franco, quien sería dictador de España durante cuarenta años[ [Web Safran-Arts ]]. ¿Cómo pudo alguien acercarse en un cuadro a la Idea y luego ser un prohombre del franquismo? Algo no encajaba, desde luego. Pensé que quizás un arrebato de juventud, tan propensa al idealismo, podría explicar lo inexplicable pero nada de la información que encontraba iba en esa dirección.

Un hallazgo en Internet puso fin a estas preguntas cuando pude ver en la web de la Universidad Complutense de Madrid que el cuadro pintado por Sotomayor, aunque de idéntico título, como creía, al de la portada de Vidas anarquistas, era otro distinto, si bien representaba una escena similar[ [Web Universidad Complutense de Madrid, Colección Artística ]].

La curiosidad inicial se convirtió en completa sorpresa. ¿Cómo podían haberse acercado a la misma temática dos pintores titulando de forma idéntica, parecía, sus obras?

Continué la búsqueda por donde debí haberla empezado -de ahí mi error inicial-, visitando la web de la Fundación Anselmo Lorenzo para buscar la información que hubiera sobre Vidas anarquistas.

La solución al enigma empezó a aclararse. El Boletín Interno del Centro de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo (BICEL) nº 14 de abril de 2003[ [Boletín Interno del Centro de Estudios Libertarios Anselmo Lorenzo (BICEL) nº 14, «Julio Romero de Torres», abril de 2003 ]] publicaba una reseña del compañero Amador del libro Julio Romero de Torres, obra de Mercedes Valverde y Lily Litvak y editada por el Museo de Bellas Artes en 2002.

En esta reseña indicaban que «hace unos años Lily nos dio a conocer su cuadro de [Julio Romero de Torres] (1874-1930)]Conciencia tranquila, donde muestra la imagen de un juez, acompañado de la pareja de guardia civiles, registrando la casa de un obrero anarquista. Lo elegimos entonces para el diseño de la cubierta del libro Vidas anarquistas, que publicó la Fundación en el año 2000″.

En la web del Museo Julio Romero de Torres encontré enseguida información sobre el cuadro Conciencia tranquila[El cuadro Conciencia tranquila fue inmediatamente adquirido por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando según figura en el [Acta de la Sesión ordinaria del lunes 9 de octubre de 1899.]]. Se trata de un óleo sobre lienzo de 310 x 222 cm actualmente expuesto en el Museo de Bellas Artes de Asturias en la Planta baja del Palacio de Velarde.

Y añaden que esta obra «se inscribe dentro de la línea del realismo social. Es un lienzo desgarrador con influencia de autores de ese movimiento como (Jean-François) Millet u (Honoré) Daumier. En la escena un juez practica un registro en la habitación de un obrero anarquista, que se ve con los brazos atados. Puede que sea el más importante cuadro social de la obra de Julio Romero de Torres. Fue presentado para optar a la beca de la Academia Española de Bellas Artes de Roma, donde el tema impuesto por el jurado fue «el anarquista y su familia». Pese a la incontestable calidad del cuadro la beca no le fue concedida. Sí consiguió con esta obra el Tercer Premio en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899″[ [Web Museo Julio Romero de Torres, «Conciencia tranquila ]].

Otro comentario en Internet señala que esta obra «la pintó Julio Romero de Torres y la presentó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899. Representa a un juez practicando un registro en la habitación de un obrero anarquista, que se ve con los brazos atados, vencido pero digno, mientras su hijo se sujeta a la camisa del padre y aprende dolorosamente cómo es el mundo. Al fondo su mujer, desconsolada, sostiene al menor de los hijos». Y, añade para contextualizar: «más tarde, su obra, con Julio Romero de Torres ya fallecido, fue llevada por otros derroteros, los más famosos, los que hicieron de él un icono de la España franquista (flamenco, toros y mujeres morenas en los billetes de cien). Y mucho más tarde, hoy, como en la película de Roberto Benigni, el arte perdería la necesidad de denunciar las miserias del mundo»[ [Blog Las maquinarias de la alegría, «Conciencia tranquila», 27 de agosto de 2006 ]].

Complemento la información anterior con otra que señala que «en 1897, Julio Romero de Torres, realizaba esta obra: Conciencia Tranquila, lienzo que emparenta directamente con una temática muy típica de fines del XIX, la de denunciar los abusos sociales a los que se sometía a las clases obreras, y como éstas se defendían de tales abusos creando diferentes asociaciones y conciencias políticas como por ejemplo el anarquismo. Romero de Torres lo mandó a la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1899, donde obtuvo una tercera medalla. La obra en la linea del realismo social nos muestra a un juez practicando un registro en la habitación de un obrero anarquista, que se ve con los brazos amarrados, pero con una actitud plenamente honrada, como aquel que no tiene nada que ocultar, mientras su hijo en acitud temerosa sujeta la camisa de éste, y en el fondo su mujer desconsolada sostiene en brazos al menor de sus hijos. Se trata de una obra de juventud, que nada tiene que ver con lo que hará en su fase de plenitud que tan mal ha tratado la historiografía según mi manera de entender su producción[ [Blog Arte en la red, «Conciencia tranquila», 18 de marzo de 2006 ]].

Bien, una parte del misterio estaba aclarada: la obra de la portada de Vidas anarquistas es de Romero de Torres y su título es Conciencia tranquila.

Parece claro que Fernando Álvarez de Sotomayor fue a Roma en 1899 pensionado y que Romero de Torres obtuvo tan sólo la tercera medalla también en 1899 en ese mismo concurso de la Exposición de Bellas Artes de 1899.

Pero la casualidad no me dejaba de intrigar: se presentaron dos obras con una temática idéntica y ciertamente inusual para optar a una beca para estudiar en la Academia Española de Roma. Y más aún, ¿por qué dos obras mostraron con tanto respeto la escena de la detención del anarquista?

Estaba claro que había que tratar de averiguar algo sobre el concurso para lograr ese «pensionado» de 1899.

La búsqueda fue larga pero dio resultados. La referencia definitiva la encontré en el artículo Valle-Inclán y un cuadro de Ramón Casas, Garrote vil publicado en la web El pasajero, Revista de estudios sobre Ramón del Valle-Inclán. Su autor es Jesús Mª Monge, miembro del Taller d’Investigacions Valleinclanianes.

Monge indica, a propósito de este cuadro de Ramón Casas, que «desde un punto de vista genérico, se inscribe en la corriente de pintura histórica social, tendencia triunfante en las Exposiciones de Bellas Artes de la última década del s.XIX y que había surgido como una renovación de la pintura historicista romántica. Esta moda pictórica se caracterizaba por su realismo teñido de ribetes sociales y en muchas ocasiones melodramáticos. Tal tendencia copa en los certámenes nacionales los primeros premios a partir de 1892 con algunos títulos cuanto menos folletinescos. Y añade: «la misma Academia de Bellas Artes llegó a fomentar de forma muy concreta este género pictórico, pues para el concurso de artistas pensionados de 1899 propuso nada menos que el truculento tema de La familia del anarquista en el día de su ejecución»[ [Web El pasajero, «Valle-Inclán y un cuadro de Ramón Casas, Garrote vil», Jesús Mª Monge, marzo-abril de 2005 ]].

En este mismo sentido, el artículo Temática y academicismo. Los géneros en las exposiciones nacionales españolas entre 1901 y 1917[ [Rueda García, María Jesús, «Temática y academicismo. Los géneros en las exposiciones nacionales españolas entre 1901 y 1917», Revista Arte, individuo y sociedad, nº 4, 1991-1992, pags. 119-170 ]], de María Jesús Rueda García, nos sirve para completar la información sobre esta exposición.

María Jesús Rueda García, al hablar de si predomina más en ese periodo la temática pictórica «costumbrista» (que recoge «hechos, circunstancias o personajes propios del ámbito rural, matizada o decididamente inclinados hacia una cierta visión etnográfica») o el «realimo social», trae a colación la tesis doctoral de J. Gutiérrez Byron titulada «Exposiciones nacionales de pintura en España en el siglo XIX» que establece una valoración que confirma la práctica de las Exposiciones Nacionales del período estudiado: ««Será en la última década [del siglo XIX] cuando la cuestión obrera aparezca directamente en la prensa y en las exposiciones nacionales, después de que la pintura realista recibiera su consagración oficial con la primera medalla de Luis Jiménez Aranda en la Exposición Universal de París de 1889 por su obra “La sala del hospital en la visita del médico en jefe”.»

Sigue señalando Gutiérrez Byron que «a partir de ese momento los temas realistas y la problemática del mundo obrero no sólo se presentan frecuentemente en las exposiciones nacionales sino que obtienen primeros premios tanto en su versión de huelgas o manifestaciones –Una huelga de obreros en Vizcaya de Cutanda (1892)-, accidentes o desgracias –Una desgracia de José Jiménez Aranda (1890), iAún dicen que el pescado es caro! de Sorolla (1896), o sus repercusiones sociales como ¡Otra Margarita! (1892) y Trata de Blancas (1897) del mismo Sorolla, sin olvidar el premio de honor de su Triste herencia, aunque ya en 1901. Culminando todo este proceso con el tema propuesto por la Academia en 1899 para la oposición de premiados a Roma: “La familia del anarquista en el día de su ejecución”»».

Podríamos citar también obras como Cuerda de presos de José Luis López Mezquita y Barcelona 902 (también llamada La carga) del ya mencionado Ramón Casas.

En las Exposiciones del período [estudiado por María Jesús Rueda García] las obras relacionadas con la cultura industrial oscilan entre poco más del 2 % (en 1901) y el 0,5 % (en 1917), en un proceso de «decadencia» que deja poco lugar a dudas, con independencia de que tan bajos porcentajes integren obras de tanta calidad como «Barcelona,
1902» de Casas».

Otro feliz hallazgo en Internet fue el de las Actas manuscritas de las sesiones particulares, ordinarias, generales, extraordinarias, públicas y solemnes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Encontré la que creo que es la referencia a los pensionados de 1899 en la categoría de pintura en el Acta del lunes 16 de octubre de 1899 1899. Hubiera sido fabuloso haber encontrado el acta o actas donde se refleja la elección del tema de ese año por si en ellas hubiera alguna anotación sobre su justificación.

Recapitulemos entonces. Tenemos dos cuadros, La familia del anarquista el día de la ejecución, de Fernando Álvarez de Sotomayor, y Conciencia tranquila, de Julio Romero de Torres, presentados al concurso de artistas pensionados de la Academia Nacional de Bellas Artes de 1899 que se convocó con el tema La familia del anarquista en el día de su ejecución.

En este momento me surgieron varias preguntas. ¿Se presentaron más obras a este concurso? De ser así, ¿seguirían mostrando al anarquista detenido con la misma dignidad? ¿Que motivos llevaron a la Academia española a elegir este tema para el concurso en 1899?

Después de una muy larga búsqueda en Internet, la primera pregunta encontró cumplida respuesta en el nº XXXVIII de la revista La Ilustración Española y Americana. Revista de Bellas Artes y Actualidades de 15 de octubre de 1899, que en versión PDF aloja la web de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes[ [Web Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, PDF «La Ilustración Española y Americana. Revista de Bellas Artes y Actualidades», nº XXXVIII, 15 de octubre de 1899, p. 211-213 ]].

En una entrada titulada «Oposiciones á las plazas de pensionados en Roma», recoge que «los pintores que han obtenido, por brillante aposición, las plazas de pensionados en la Acedemia de España en Roma, son conocidos del público por sus cuadros presentados en las exposiciones nacionales: Eduardo Chicharro, Manuel Benedito y Fernando Álvarez de Sotomayor. (…) Habíase dado como obligado asunto para la composición, en las citadas oposiciones, La familia del anarquista en el día de la ejecución, de éste, naturalmente, aunque el tema no dice de quién [Nota del autor: Hay que alabar la humorada de la Revista].»

Eduardo Chicharro (1873-1943) «representará á la familia en su casa. En la ventana de la mísera guardilla, una niña aterrada contempla quizás la terrible escena; la mujer del reo expresa su horrible pesar; á su lado está la abuela oculta en unas mantas, y en el fondo dos compañeros del sentenciado comentan con calor el suceso.»

No puedo resistirme a comentar la parcialidad del redactor de la Revista al describir la «terrible escena». Sin duda la guardilla es pobre, pero no podemos decir que mísera; en ella vemos herramientas de trabajo, ropa reción lavada, libros y hojas de lectura que parecen desmentirlo. La niña mira a su madre, pero no con horror sino con un hermosísimo rostro de amor y pesar y una actitud serena. La abuela no está oculta en modo alguno en mantas.

Manuel Benedito Vives (1875-1963) «coloca la escena en la cárcel, ante la capilla del reo, en cuya puerta aparece éste junto á su afligidísimo padre, que lleva un nietecillo en sus brazos. La mujer detiénese a recibir la postrera mirada del reo, que la contempla con admirable expresión, teniendo á su lado una niña que, horrorizada, se cobija entre sus faldas, y un sacerdote que trata dulcemente de poner término á tan desagarradora despedida.»

De nuevo debo llamar la atención sobre la tergiversación de lo mostrado en el cuadro. No sé a qué se puede referir con «capilla del reo» pues lo que parece representarse son salas o pasillos de la cárcel. Aquí hay que coincidir en que la mirada del anarquista a su compañera es verdaderamente «admirable» por su firmeza, serenidad, templanza y belleza. La niña se abrazo a a su madre pero no se «cobija entre sus faldas». Decir que el sacerdote esté tratando «dulcemente de poner término á tan desagarradora despedida» es un sarcasmo.

En esta reseña de los premiados en el concurso de pensionados de 1899, se descibe por último la obra de Álvarez de Sotomayor indicando que «pone también en la capilla la escena; pero el anarquista, rodeado de su familia atribulada, ocúpase en inculcar sus fanáticos ideales á su hijo, en cuyo rostro se revelan las mismas energías que al padre llevaron á tan funesto trance».

¿Qué decir en este caso de ese «inculcar sus fanáticos ideales» a un hijo en cuyo rostro se revelan «las mismas anergías»? Sí, el rostro del muchacho denota decisión, entereza, pero el «biologismo anarquista» no lo veo por parte alguna, y el padre más pareciera que trata de serenar a su hijo explicándole que va a ser asesinado por defender sus ideales. Parece confirmarlo la actitud de la que parece la madre, que, habiendo ésta llorado (el pañuelo en la mano lo indicaría), también mira atenta a su compañero y escucha las palabras que dirige a su hijo.

Existe al menos una quinta obra con el mismo título, en este caso de José Bermejo Sobera (1879-1945), que imagino que se presentó a este mismo concurso pero de la que no he encontrado comentario alguno y apenas de su autor.

El tratamiento de la escena realizado por Romero de Torres en Conciencia tranquila es exquisito y fue, señalémoslo claramente, el único, por lo que he podido averiguar, de los opositores al pensionado de 1899 que alteró el título de la obra eligiendo uno que contiene una evidente carga de compromiso y un clarísimo juicio acerca de la injusticia que se está cometiendo.

Por supuesto, habrá otras descripciones contemporáneas de estas obras, pero contando sólo con esta a ella me refiero. Y es que, a mi juicio, vemos en las cinco obras[ [Todas ellas se pueden ver con una alta resolución en la web Ingobernabletres ]], pintadas todas ellas en el periodo de juventud de los autores (Romero de Torres la pinta a los 25, Chicharro con 27, Benedito a los 25, Álvarez de Sotomayor con 25 y Sobera con 20), una constante en la escena representada: una enorme sensibilidad y delicadeza al definir los personajes y la relación entre ellos
[[Sería igualmente interesante analizar con detalle el distinto papel que la mujer tiene en cada obra y, por supuesto, cómo aparecen los elementos represores, el clero y la policía o los militares.]].

No he hallado ninguna referencia concreta que permita aventurarse a afirmar que los autores pintaron así sus obras por sentir una abierta simpatía hacia el anarquismo (a excepción de lo comentado sobre Romero de Torres por la elección del título Conciencia tranquila), teniendo que concluir que podría deberse más bien a que era el modo habitual de aproximarse a la temática social o realista en esa época y de la que ya hablé más arriba. No obstante, y sin duda alguna, ninguno de los autores aprovechó la oportunidad para ofrecer una imagen negativa o siquiera despectiva hacia el anarquista detenido como podría haberse reflejado, por ejemplo, mostrándolo iracundo, zafio y violento, sufriendo una actitud abiertamente autoritaria de los carceleros y policías o mostrando una violencia explítica mayor de la que ya de por si supone la cárcel o la muerte inminente.

Así, los policías están en un muy segundo plano en el cuadro de Romero de Torres y ausentes en los de Sobera y Álvarez de Sotomayor; el cura sólo toca a la compañera del anarquista en el cuadro de Benedito mientras en los de Sobera y Álvarez de Sotomayor están casi al margen.

En este sentido, es maravillosa la «elipsis pictórica» de Chicharro que ni siquiera necesita mostrar en la escena al anarquista detenido para componer una escena intimista (con ausencia total de los elementos represores) en la que el protagonismo es por entero para la compañera e hijos del anarquista y unos amigos. Es mi favorita.

Ilde
CNT Valladolid

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