HITZA HITZ: La palabra dada, a Antonio Moreno.

Supe de tu abandono una noche fría de un mes de febrero, unida quedará tu ausencia en mi memoria a otra muerte. Difícil es olvidar a los muertos, cada objeto, cada idea, cada fecha vuelve a mí, me trae el dolor de la ausencia de los seres queridos: tú, un hombre de acción, ella una niña de la frágil primavera de la Revolución del 36.

Isabel [CNT Valladolid]

La última vez que nos encontramos fue un verano de hace ya dos años, fuí a visitarte a un pueblo del sur de Francia. Como el poeta Antonio, tú también deseabas estar cerca de la tierra natal, como él olías las fragancias que hasta allí llegaban del romero y el espliego, el dulce placer de poder ver pasar el tiempo, que de tan lento se puede palpar en Tierra de Campos.

En tu último refugio de tus últimos días, estuve contigo, tenía dos buenas razons para ir: acompañarte unos días en tu soledad; otra la palabra dada, llevar las cenizas de tú compañera, Lorenza, a su pueblo natal, Medina de Ríoseco.

La visita duró tres intensos días de encuentros y desencuentros. A lo largo de ellos, con sus noches incluídas, Antonio me relató toda su vida. Contaba ya 94 años.Era alto, moreno, de buena presencia, las arrugas de su cara eran profundas como los surcos de la tierra herida, su mirada clara, profunda, con una mirada pícara, vívaz, voraz, su rictus irónico, sonrisa de complacencia por las experiencias ya vividas, ya gastadas de tanto contarlas.

Su vida, entre lo vivido, lo recordado y lo imaginado (“la memoria juega con nosotros como un niño caprichoso”) daría para escribir varias novelas trágicas, una saga de cómics y para un guión como mínimo de una película de héroes y aventuras.

Una vida llena de huidas, dictadura de Primo de Rivera; de encuentros, Néstor Makhno; de lucha por la libertad, 1936; nueva huída, II Guerra Mundial, campos de concentración, mayos revolucionarios, inmigrantes españoles con cara de hambre de muchos años; muertes deseadas, Franco.

Los últimos treinta años de su vida los pasó luchando por la memoria y el reconocimiento de los ejecutados por el franquismo en su pueblo natal.

Constante, no se daba por vencido en ningún momento: cada mes durante treinta años escribía al Ayuntamiento de Medina exigiendo por la memoria de las vidas de tantos seres queridos víctimas del fascismo y la represión posterior.

De personalidad arroyante, deseó que en Medina CNT estuviera siempre presente, aunque fuera en el cementerio de las humillaciones, de la sangre caída de los mineros del año 1934; allí, grabado en piedra, en ese lugar donde sólo los fascistas reinaron hasta el día de hoy a base de asesinar todo a su paso, unas siglas, CNT-AIT, sobre el nicho de su amada compañera, también represaliada, perseguida, víctima del franquismo vengador. Allí volvió a resplandecer la idea libertaria, en ese lugar un día de lluvia hasta los enterradores lloraban tanta ignominia, tanta humillación, la CNT por unas horas volvía a relucir. Gracias a él, a su tozudez, la CNT grabó su nombre en piedra.

Como testigo un cielo gris de negras tormentas que se resistía a dejar de llorar, ante el dolor inconsolable de tanta víctima muerta por la libertad, de tanta vida segada por el fascismo devorador de hombres, mujeres y niños sin niñez, el cielo lloraba de tanta miseria, de tanta pérdida.

Libertad, lucha constante y huída, definen a este viejo compañero; duro como la piedra, austero como la tierra que lo vió nacer; sobreviviente nato de guerras, campos de concentración, inmigración; huidizo como la primavera de la Barcelona de 1936, un fuego de juego primaveral que fue tan intenso que las generaciones presentes del anarquismo la vivimos como si fuera de ayer, un ayer con todo su significado, igual puede ser tan lejano como la historia o tan presente como la idea de libertad tan ansiada.

Cabezota, seguro de sí mismo, Antonio se empeñó en que CNT no muriera, que cada primavera cual Perséfone anarquista la CNT estuviera en estas tierras austeras, que el anarcosindicalismo sea el cuchillo que corta el aire dejando entrar la frescura y dulce olor del aire dejando entrar la frescura y dulce olor del anarquismo era su anhelo.

Su último deseo fue que la CNT de Valladolid heredara todas sus pertenencias, su historia.

Una última promesa me hizo sacar de mis labios: sus cenizas volverían a Medina, su voz a través de mi voz se escucharía de nuevo en Tierra de Campos, su CNT estaría de nuevo en Tierra de Campos, su CNT estaría de nuevo en la tierra devastada por el fascismo a través de los compañeros de Valladolid.

Sí, realmente fueron tres intensos y largos días mi última visita al compañero Antonio. Hitza hitz. Así lo haremos y continuaremos tu lucha.

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