Organizarse sin representantes

A propósito de las elecciones sindicales y las próximas elecciones municipales y autonómicas

Secretariado Permanente del Comité Nacional de la CNT

El calendario electoral de los profesionales del sindicalismo de estado ya se va consumando: en la mayoría de las empresas ya se ha celebrado el rito “democrático”
que cada cuatro años transmuta el desencanto de los trabajadores y trabajadoras en representatividad sindical.

Sin novedades significativas, por supuesto, como era de esperar. Los sindicatos oficiales del régimen continúan siendo los “más representativos” y los menos oficiales cubren los agujeros en el mapa de la representatividad sindical. Pero unos y otros han renovado ese pacto con el sistema que les confiere legitimidad a cambio de sumisión. Porque su misma existencia como sindicatos no depende ya de los trabajadores y trabajadoras que estén asociados en ellos, sino de la legitimidad y las subvenciones que se derivan de las elecciones sindicales.

Solo así se explica que unas elecciones en las que solo pueden participar el 35% de los asalariados de este país (pues el resto viven en precario) y en las que hay una clara mayoría de abstenciones (más del 70% de media), sean la piedra angular de un sistema sindical en el que ya nadie cree, pero que mantiene a una pléyade de liberados y engrasa unas organizaciones que tienen mas de políticas, burocráticas e incluso mercantiles, que propiamente sindicales.

Y dentro de poco, para Mayo, las elecciones municipales (y autonómicas en algunas
comunidades) que los trabajadores y trabajadoras no solo tenemos representantes sindicales sino también políticos, en los diferentes ámbitos territoriales del Estado. Así cada cuatro años. ¿Será esta la cuadratura del círculo? Tal vez la del círculo vicioso del poder: solo hay representantes si hay representados y para ello es necesaria la farsa de las elecciones de representantes. (Si los representados se negaran a ser representados, lógicamente ya no podría haber representantes).

Se ha operado el milagro de la representatividad y claro está, los “representados” nos quedamos como estábamos porque aquí ya nadie cree en esos milagros democráticos
que sanciona el credo legislativo, porque a ningún representante le interesa nuestra opinión ni si podemos llegar o no a fin de mes, ni si tenemos o no contratos basura ni si se respetan o no nuestros derechos laborales. A los representantes solo les interesa nuestro voto y nuestra sumisión, no sea que se les acabe el chollo.

Está claro, no podemos esperar nada de nuestros legales representantes. Pero sí que
lo podemos esperar todo de nosotros mismos, los que no creemos ni delegamos en representantes que decidan por nosotros.

En efecto, basta con observar cualquier conflicto sindical para darse cuenta que son
los propios trabajadores y trabajadoras quienes pueden ganarlo y no ese grupo de representantes con los que las empresas siempre parecen dispuestas a negociar. Son
los trabajadores los que ejercen la presión sobre las empresas y cuando están organizados, estableciendo vínculos de unidad y solidaridad y no se dejan manipular por falsos representantes interpuestos, se pone de manifiesto todo su potencial. Es significativo el miedo que las empresas tienen a tratar directamente con los trabajadores.

Pensar que la única organización posible es a través de esas estructuras pseudosindicales que viven del cuento de la representatividad, es renunciar de antemano a la verdadera fuerza de la clase trabajadora, hipotecar sus intereses y caer en el desánimo, la apatía y el individualismo improductivo. CNT en cambio viene demostrando, desde hace casi 100 años, que organización no es sinónimo de delegación de responsabilidades, que la verdadera organización es horizontal, desde la base y es más eficaz, más creativa, más solidaria, más adaptable a las circunstancias y menos susceptible de manipulación que cualquier otro tipo de organización.

Y en el terreno de lo social lo mismo podría decirse, es la presión popular la fuerza que realmente puede hacer cambiar las cosas. Y no son las organizaciones jerárquicas las que pueden desarrollar esta acción directa de los ciudadanos sino otras formas de organización mucho más horizontales. De ahí el tremendo esfuerzo que dedican gobiernos y grupos económicos de poder en controlar a la opinión pública y callar a la disidencia. Un ejemplo reciente: las movilizaciones de los sin techo han obligado al gobierno francés a una reforma legislativa que reconoce el derecho a la vivienda como un derecho real y exigible por los ciudadanos.

Sí, somos todos y todas los que nos negamos a ser representados, los que no nos
sentimos identificados con esa casta de representantes sindicales y políticos, los que podemos transformar la sociedad. Sólo necesitamos voluntad de hacer algo y de intervenir en la toma de decisiones, solidaridad como medio de lucha y organización desde la base, no impuesta, no manipulada, no vendida a otros intereses ajenos. Y estas tres cosas, Acción Directa, Solidaridad y Organización es lo que ofrece la CNT, esta es la alternativa anarcosindical que la CNT tenemos que hacer llegar a todos los trabajadores y trabajadoras, porque es necesario que la clase trabajadora sea consciente de que se pueden cambiar las cosas.


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