Nº 397 del periódico cnt, en la calle y en la red

Ya está disponible para todo aquel que quiera hacer uso del periódico cnt nº 397 correspondiente al mes de febrero de 2013. Al precio de 1,5€ en los diferentes sindicatos o bien por internet.

En éste número destacamos las siguientes noticias:

 Portada | 15F: jornada de acción contra el paro

 Sindical pág 7 | CNT a fondo: Sección del Taxi de CNT Barcelona

 Economía pág 10 | BBBFarming, de la ciudad al campo

 Actualidad pág 15 | ¿Cómo nos afecta la privatización de la sanidad?

 Global pág 16 | Movimientos alternativos en la actual crisis griega

 Memoria e Historia pág 20 | 90 aniversario de la AIT: las aportaciones de Rudolf Rocker y Kropotkin

 Cultura cuadernillo central | Cine y exclusión social. Entrevista a Pedro Costa

 Opinión pág 25 | A debate: anarquismo en América Latina

 Contraportada | 80 aniversario del periódico // Elecciones de 1933 y campaña abstencionista

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A continuación reproducimos la editorial que para este mes ha elaborado el Secretariado Permanente del Comité Confederal:

Corruptos

Lo peor de la multitud de casos de corrupción que nos asolan no es que representen la punta del iceberg de la podredumbre ética del sistema, un síntoma de la descomposición profunda en que están sumidas las cúpulas de los partidos políticos, la administración, el sistema financiero o la clase empresarial.

Tampoco es lo peor, a pesar de ser trágico, que este inmenso robo esté sucediendo mientras miles de familias pierden sus casas por no poder pagar al banco la hipoteca mensual. Y resulta también paradójico que estos individuos, que ya de por sí ganan sueldos millonarios, se estén enriqueciendo fraudulentamente a costa de “lo público”, y al mismo tiempo, sean esos mismos a quienes se les encarga recortar -o defender los recortes- en derechos sociales, prestaciones básicas, sanidad o pensiones.

Con todo, lo peor tampoco es la casi absoluta impunidad con la que cuentan estos ladrones y sinvergüenzas, apoyada en la cobertura que les ofrecen las organizaciones a las que pertenecen, ya sean públicas o privadas. Un apoyo que deja bien a las claras que las prácticas corruptas no son aisladas y particulares, sino toleradas y admitidas. Colabora también en esa impunidad la lentitud y tibieza de la justicia cuando debe condenar a magnates, altos cargos, representantes políticos y similares y que no se muestra, en cambio, cuando se trata de llenar las cárceles de personas por delitos de muy inferior categoría.

Lo peor, sin duda, es que esta atmósfera de corruptelas inunda toda la sociedad de arriba a abajo, en todos sus estratos y posiciones, inundando el sistema político y económico en el que vivimos. La corrupción sólo produce ya indignación en los casos más delirantes, porque hemos aprendido a convivir con ella en el entendido de que, es lícito aprovecharse de lo que se pueda, cada uno según el lugar que ocupe y de la forma en que le sea posible. Esta atmósfera, heredada del franquismo, ha sido amplificada y “democratizada” desde la transición por todos los gobiernos y partidos sin excepción.

De esta manera se explica que tengamos los partidos y los gobiernos que tenemos. Los políticos están ahí porque la gente les ha votado. En la sociedad sigue flotando la difusa confianza de que deben existir personas dignas de ocupar los cargos para los que se les vota, sin darse cuenta de que un sistema corrompido sólo pueden ser dirigido por personas que se ajusten a los parámetros de ese sistema. No terminamos de darnos cuenta de que para cambiar las cosas es inútil limitarse a sustituir los nombres quienes ocupan el mando, sino que hay que cambiar la estructura y la raíz misma del sistema. No tiene sentido que esperemos -de forma hipócrita- que “los demás” sean pulcros y diligentes en su gestión cuando nosotros mismos aceptamos el chanchullo, el engaño o el sálvese quién pueda en nuestra propia vida.

Los trabajadores estamos llamados a regenerar -de nuevo y como siempre- a la sociedad, y eso es algo que no puede hacerse votando, ni confiando ni esperando héroes del pueblo. Esa regeneración debe partir de nuestra propia vida. Es la conducta de cada uno la que marca la de los demás. Si sustituimos la competitividad y el individualismo por solidaridad obligamos moralmente a los demás con nuestra postura. Si no aceptamos tener pluriempleo para que otro compañero tenga trabajo, o si exigimos el mismo trato para todos en vez de aceptar un privilegio particular, podremos exigirles a los demás que también lo hagan, pero si pensamos que cada uno puede hacer lo que quiera y sálvese el que pueda, ¿cómo podemos pedirle a nadie que no actúe de la misma forma?

Si no apoyamos a un compañero cuando lo necesita, porque nos es indiferente su problema, o porque tenemos otras cosas que hacer o porque no queremos complicarnos la vida, ¿cómo podemos esperar que los demás hagan otra cosa?

Y en suma, si en la relación con nuestros iguales, no nos tratamos con justicia y solidaridad, ¿cómo vamos a pedir a los que gobiernan que lo hagan con nosotros?. Y aún más allá, ¿cómo vamos a gobernarnos nosotros mismos?

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