1 de Mayo 2025: Frente al negocio de la guerra, ¡lucha obrera!

En el 1 de Mayo de 2025, la CNT y la CGT convocaron otro año una manifestación alternativa a la de los sindicatos-empresa. El lema fue «Frente al negocio de la guerra, ¡lucha obrera!», siguiendo la línea de sindicatos en otras localidades, que este primero de mayo han plantado cara a la creciente militarización tanto global como del Estado español -en perjuicio, una vez más, de las necesidades sociales-. La manifestación fue del centro de la ciudad al barrio de las Delicias, llenando sus calles de proclamas por los derechos laborales y sociales, antimilitaristas, feministas y antirracistas. Frente a las manipulaciones que quieren convertir al barrio en una pieza de propaganda contra los migrantes, proclamamos alto y claro que ¡De dentro y de fuera, una misma clase obrera!

Nosotras tenemos claro que no vamos a triturar nuestras vidas al servicio de sus beneficios, y por eso acudimos con el lema confederal «¡Que trabajen ellos! Por un empleo que no nos robe la vida«. Estuvieron presentes también colectivos como COESPE, Plataforma Trabajo Social, Parados en Movimiento, y la Asamblea Anticarcelaria, que promocionó la marcha a Topas por los derechos de las personas presas.

La asistencia fue alta, pero no vamos a entrar en una guerra de cifras con la manifestación «oficial» de CCOO y UGT, más cuando las directivas de esos sindicatos-empresa han renunciado a la movilización. Lo que tenemos claro como CNT es que esta manifestación, en la que dos mil personas hemos recorrido las calles de Valladolid, nos levanta el ánimo para seguir planteando nuestra alternativa sindical en los puestos de trabajo -sin subvenciones, sin liberados, sin elecciones sindicales, con asambleas-.

Compartimos el manifiesto unitario:

Un año más, la clase obrera tomamos las calles para visibilizar nuestra lucha, ondeando la dignidad por principio como bandera. Son tiempos convulsos para nuestra clase, de ahí la importancia de la unidad en un frente común en defensa de los múltiples ataques del capital.

Un año más, los empresarios autóctonos y las grandes corporaciones trasnacionales, ambicionan seguir exprimiendo y enfrentando a la clase trabajadora, con un único objetivo: aumentar su tasa de beneficio.

Un año más, los partidos políticos, tanto de derecha como progresistas, se dedican a beneficiar y favorecer los intereses de la patronal, sus lobbies y los fondos de inversión sin escrúpulos y, para más vergüenza, rinden vasallaje a la industria armamentística, la industria de la muerte.

Los medios de comunicación, fieles a sus amos, nos bombardean con los grandes choques entre potencias, con la rivalidad económica entre el bloque emergente de los BRICS+, y un bloque occidental  sumiso a su cúpula imperial, Estados Unidos, que, como buen señor de la guerra, está dispuesto a sacrificar a sus vasallos europeos, para eludir su caída y salir airoso frente al mundo.

Utilizan estos medios de comunicación como herramienta, para inocular en el subconsciente de la población el virus del miedo a la guerra, de la necesidad de invertir en armamento. En respuesta al mandato de Estados Unidos, la Comisión Europea, elegida por nadie, ha elaborado su plan de rearme para engrosar el presupuesto de las industrias armamentísticas de los países atlantistas. Un plan que ha sido bien recibido y acatado por el “gobierno más progresista de la historia”,  que también es el “gobierno que más ha aumentado el presupuesto militar en los últimos años”.

La realidad es que esta es una guerra contra la clase trabajadora. Porque seremos nosotras y nosotros quienes suframos esos recortes y las consecuencias del endeudamiento público. Porque seremos nosotras y nosotros quienes suframos las medidas autoritarias que vendrán. Y seremos, como siempre, nosotros y nosotras quienes pondremos las y los muertos, en defensa de los intereses de las élites. Mientras tanto, la industria armamentística se frota las manos, ya que cientos de miles de millones de euros irán a engrosar sus arcas, siendo Blackrock y Vanguard los principales fondos de inversión que multiplican sus beneficios gracias al negocio de la muerte.

La actualidad está marcada por las guerras, los genocidios, las invasiones, los aranceles y las crisis económicas que, sector a sector, van anunciando una gran crisis global, que destruirá miles de empleos y nos llevará a un mayor empobrecimiento si no somos capaces de organizarnos y prepararnos para resistir y pelear defendiendo nuestros puestos de trabajo.

Por otro lado, y esto no es nuevo, el capital nos divide y enfrenta por sector, etnia, creencias, nación, sexo o género. Este enfrentamiento, siempre interesó a las élites para evitar el conflicto directo con una clase trabajadora organizada y consciente, utilizando todos sus medios para adulterar nuestra percepción de la realidad y hacernos creer que el enemigo es de nuestra misma clase, dejando vía libre a su codicia y ambición, una nueva forma de esclavitud camuflada a través de discursos de odio y miedo.

El capital nos ha dividido con fronteras, para imponer una división mundial del trabajo entre un centro global privilegiado y unas periferias empobrecidas y sometidas. Está división del mundo también es una división de la clase obrera impuesta por el capital, diferenciando a las clases trabajadoras nativas de las migrantes con varios objetivos:

– Mantener a un sector de la clase trabajadora desposeído de derechos y sumiso.

– Potenciar la competencia en el seno de la clase obrera, la competición entre iguales.

– Generar chivos expiatorios a los que culpar de la devaluación de las condiciones de vida y de trabajo ante la ofensiva de los poderes políticos y económicos.

– Desviar el foco del origen de la violencia y las desigualdades, criminalizando y deshumanizando a quien más la sufre y justificar así los mecanismos represivos contra la clase trabajadora.

En España, la integración en la UE incluyó la imposición de una Ley de Extranjería en el año 85, que ha servido para mantener en un estado de apartheid social y laboral a millones de trabajadores y trabajadoras durante décadas. 40 años después, el reglamento de extranjería viene a reafirmar la posición del Estado Español como garante del Régimen de Excepción para la clase trabajadora migrante. El constante goteo de noticias sobre redes de explotación laboral de migrantes en el campo de nuestra provincia son una muestra de esta realidad. También lo es el hecho de que los servicios y la atención social que requieren los colectivos migrantes esté casi en su totalidad externalizada en fundaciones y ONG dependientes del presupuesto público pero bajo lógicas privadas de gestión, como hemos visto en el reciente ERE de Médicos del Mundo.

Lo acontecido en el piso tutelado de menores de Badajoz, donde murió una trabajadora, no solo ha evidenciado las precarias condiciones laborales de un sector ampliamente feminizado, sino que es el resultado del trato y la violencia estructural que reciben estas personas en unos centros que forman parte de unos servicios sociales donde imperan las relaciones de poder, que fueron creados en un contexto determinado para gestionar las desigualdades, las carencias y la propia violencia en la que se sostiene el sistema capitalista.

El capital también nos ha dividido por sexo y género, con el objetivo de seguir sosteniendo y reproduciendo su sistema criminal, a través de la división sexual del trabajo. Un sistema que nos reserva a las mujeres el rol de cuidadoras, sea de hijos o de otros familiares, y siempre gratis o por salarios de miseria. Un sistema que nos somete a través de la violencia sexual, una lacra que está lejos de erradicarse en tanto hogares, clubes o plataformas digitales de cosificación y mercantilización de cuerpos. Un sistema que castiga cualquier disidencia de género que se salga del camino que ha marcado.

Pero nosotras sabemos que frente a los relatos que hablan en abstracto de “la mujer”, como si todas, ricas y pobres, tuviéramos los mismos intereses, nosotras, las precarias, las trans, las migrantes, somos parte de una clase obrera diversa y nuestros intereses, al igual que los de nuestros compañeros, están dirigidos a destruir este sistema criminal. El actual auge reaccionario que asola el mundo no es más que una confirmación de que el camino no iba a ser de rosas y de que la igualdad estaba muy lejos de conseguirse. Por eso sabemos que sin lucha todo estará perdido.

Y como expresión clara y tangible de toda esta violencia estructural hacia los y las trabajadoras, recordamos a las 796 muertas en accidente laboral en 2024, superando ya las 30.000 víctimas mortales en los últimos 30 años. Y los accidentes sin fallecimiento durante el año pasado superan los 540.000, muchos graves o muy graves que dejan a las personas lesionadas de por vida.

En esta situación, el capital pretende que recrudezcamos nuestras divisiones subiéndonos a sus carros de combate y fragatas, para construirlas, mantenerlas y llevarlas al frente. Pretende mantenernos ausentes ante el horror desatado por el sionismo, a través de masacres indiscriminadas, sostenido por EE.UU y tolerado por la comunidad internacional contra Palestina, Líbano o Siria. Un brutal genocidio televisado, frente al cual, solo se escuchan consignas de solidaridad, eludiendo valorar cualquier intervención directa real sobre el terreno para frenar la barbarie.

Pretende que nuestros servicios públicos existan a costa del negocio de la muerte. Pretende que creamos que nuestra seguridad depende de las bombas nucleares que controlan nuestros explotadores. Su agenda de Rearme para Europa, es un claro ejemplo de cómo los intereses de las élites con la complicidad de gobiernos títeres, están por encima del derecho de la población a una vida digna.

Pero para poder responder y elevar la voz, es necesario ser alguien en el mundo. Es necesario fortalecer la clase obrera, es necesario recuperar el discurso antimilitarista, es necesario organizarse y pelear por el derecho a una vivienda digna, por el reparto del trabajo y la riqueza y por construir una clase obrera internacionalista. Es necesario superar las divisiones que nos han impuesto sin negar las diferencias que nos son propias. Este es el papel que tenemos que jugar como clase obrera organizada: ampliar la organización, contener a los reaccionarios y detener su maquinaria de muerte.

Imágenes de la manifestación -algunas proceden de la página ‘De igual a igual – Delicias’-.

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